- Informe Gráfico Arancelómetro 2025: los países más golpeados por la guerra arancelaria de Trump, en gráficos
Según cálculos de KPMG Economics, la ronda de aranceles impuesta por Donald Trump a los vehículos fabricados fuera de EEUU podría disparar el precio de un coche nuevo en varios miles de dólares, quizás más de 10.000 en los más caros. Según un informe del Peterson Institute for International Economics, «el presidente Donald Trump ha anunciado el mayor aumento de impuestos en al menos una generación, desde 1993 o antes», con la imposición de aranceles del 25 % a la mayoría de los productos procedentes de Canadá y México, junto con un aumento del 20% en los aranceles a los productos procedentes de China. «El coste directo de estas medidas para el hogar estadounidense promedio sería un aumento de impuestos de más de 1200 dólares al año».
Según estimaciones de la Tax Foundation, las medidas proteccionistas «reducirán el PIB de EEUU en un 0,4% y las horas trabajadas en 309.000 empleos equivalentes a tiempo completo», sin tener en cuenta siquiera los efectos de «las represalias extranjeras». Y J. P. Morgan ha revisado a la baja su estimación de crecimiento del PIB real para 2025 «debido a la mayor incertidumbre en torno a la política comercial, el efecto de los aranceles vigentes y las medidas de represalia de los socios comerciales extranjeros», con lo que ahora espera que el crecimiento del PIB real se sitúe en el 1,6% para el año, un 0,3% menos que las estimaciones anteriores. «La mayor incertidumbre en torno a la política comercial debería afectar al crecimiento de la actividad. Además, los aranceles ya impuestos generarán un aumento de la inflación general, impulsando los precios al consumidor en 0,2 puntos porcentuales. Los aranceles de represalia también frenarían el crecimiento de las exportaciones brutas», avisaban esta semana.
La opinión de los economistas, académicos o del mercado, es prácticamente unánime: los aranceles son malos, crean inflación y perjudican a todos. La reacción de Wall Street, con billones de pérdidas en pocas semanas, también. Los gritos de indignación, denuncia y desesperación de sus vecinos, socios y aliados hablan por sí solos. Como el deterioro en los índices de popularidad. Pero todo eso poco importa ante un presidente que cree que arancel es «la palabra más bonita del diccionario». Que sostiene que las décadas finales del siglo XIX, cuando el Estado ingresaba sobre todo por imposiciones a los productos extranjeros, fueron los «años dorados», más prósperos y ricos de la historia de EEUU y que se puede volver a ellos simplemente resucitando políticas absurdas para economías modernas. Un presidente que está convencido de que el resto de planeta «abusa y maltrata» y «ha estado estafando a Estados Unidos durante los últimos 40 años y más». Que quieren hundirlo con los déficit comerciales y que puede usar su fuerza para imponerse a todos. Y que castigando las importaciones no sólo transformará al país de un gigante del consumo con pies de barro en una potencia industrial, creando millones de empleos. O que gracias a ingresos de cientos de miles de millones de dólares al año podrá bajar los impuestos masivamente a ciudadanos y compañías.
De poco sirven los números, las caídas de indicadores, la lógica y la experiencia cuando alguien como Trump llama al 2 de abril, cuando entrarán en vigor los «aranceles recíprocos», «el día de la liberación». O que dice sin tapujos, como el sábado en una entrevista: «No me puede importar menos que suban los precios, porque la gente va a empezar a comprar coches estadounidenses. Ojalá suban».
Este miércoles empezará oficialmente lo que The Wall Street Journal calificó, desatando la ira de la Casa Blanca, «la guerra comercial más estúpida de la historia». Un daño autoinfligido, masivo, que lleva a un nivel desconocido las relaciones entre los grandes bloques del planeta. Y del que todo son incógnitas. Si se aplicarán a 10 o 15 países, a 200, si habrá exenciones, serán temporales.
Todo parte de un hecho real, pero parcial, el déficit comercial, que por ejemplo con Europa es enorme en bienes, pero de signo contrario en servicios, y que tiene que ver también con la fortaleza del dólar, divisa de reserva mundial, o los grandes déficits fiscales de EEUU. Y de ahí se transforma en una manipulación grotesca de la historia, de las relaciones bilaterales o de conceptos como el IVA.
"Repitan conmigo: El IVA no es un arancel. El IVA no es un arancel. Equilibra las condiciones al garantizar que las empresas nacionales y extranjeras paguen el mismo impuesto al vender en el mercado nacional", clamaba importante hace unos días Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI. "El concepto de arancel recíproco no tiene ningún sentido porque los niveles arancelarios de cada país y sector son resultado de décadas de negociaciones en las que se han intercambiado concesiones en unos sectores por otros. Además, llevado al límite, si la UE bajara a cero un arancel, EEUU debería hacer lo mismo. Y no lo va a hacer. Es simplemente un concepto 'ingenioso' para que la adminstración Trump establezca los aranceles que le parezca oportuno. Por ejemplo, el de los coches europeos no es del 25%, es mucho más bajo. Así que no hay reciprocidad", apunta Federico Steinberg, catedrático Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown e investigador del Real Instituto Elcano.
En el equipo de Trump hay un enfrentamiento entre los creyentes absolutos en los aranceles (Pete Navarro), los advenedizos que doran la píldora y se inmolan por lo último que diga Trump (Howard Lutnick) o los que como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, obedecen sin cuestionar a sabiendas de que es un error, confiando en que eso hunda a sus rivales internos. O los que como Stephen Miran aspiran a una revolución económica mundial que devalúe un poco el dólar, pero sin afectar al estatus de la divisa como reserva global.
Según informaba Político este fin de semana, a "solo unos días del anuncio de Trump sobre los aranceles globales el 2 de abril, que él mismo calificó como el "Día de la Liberación", incluso aquellos más cercanos al presidente (desde el vicepresidente J.D. Vance hasta su jefa de gabinete, Susie Wiles, y los propios funcionarios de su gabinete) han indicado en privado que no están seguros de qué hará exactamente el jefe", según tres personas que han hablado con ellos. ""Nadie sabe qué coño está pasando", en palabras un aliado de la Casa Blanca cercano al círculo íntimo de Trump. "¿Qué van a imponer aranceles? ¿A quién van a imponer aranceles y con qué tasas? Es decir, las preguntas más básicas aún no tienen respuesta".